“Después de mí, el diluvio”: el modelo despótico de Bukele

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Eric Lombardo Lemus *

Nuevas Ideas, aquella iniciativa originada entre un grupo de amigos bisoños que empezó en una casa en Nuevo Cuscatlán en el año 2012 y que ahora es el partido oficialista de El Salvador, allanó el camino este 31 de julio para reformar la Constitución y destruir lo que entendemos por República en este país centroamericano. Más allá de violar la Carta Magna a fin de garantizar la reelección presidencial indefinida de Nayib Bukele, esta organización política está lejos de ser la antigua derecha anticomunista organizada en los años 60 o la vieja suma de agrupaciones guerrilleras de los años 70, que protagonizaron la guerra civil salvadoreña en la década de los 80.

Si bien por ahora todavía dista de tener esa capacidad monolítica que otrora gozaron aquellas marcas que ahora están en vías de extinción -llámese Partido de Conciliación Nacional, Alianza Republicana Nacionalista o Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional- Nuevas Ideas representa el principio del fin del sistema político republicano y representativo que legó la clase política dominante a El Salvador tras firmar los Acuerdos de Chapultepec en 1992 cuando se puso fin a la guerra civil.

El partido Nuevas Ideas será recordado como el movimiento político que sirvió para disolver la inviolabilidad de los artículos pétreos redactados para evitar la perpetuación de un déspota o un autócrata vistiendo el uniforme verde y olivo. Y ahora nos abre las puertas a la permanencia en el poder de la primera dinastía de origen no europeo en la historia de El Salvador. Nayib Armando, un publicista amateur, hábil para organizar eventos sociales, fue designado por el patriarca de la familia Bukele, el antiguo imán de la Mezquita de la Luz, Armando Bukele Kattán, como el elegido para representarlos en la política criolla.

En un país sin tradición democrática, acostumbrado a vivir bajo el ejercicio autoritario de la política y la amenaza a la vida (por parte de escuadrones de la muerte que buscan enemigos políticos, sicarios atentos al dinero fácil o pandilleros que controlan vidas y territorios), la llegada de una persona como Bukele es bienvenida, al margen de su inexperiencia política y de que la ciudadanía tenga que eliminar todas las libertades civiles. Nada importa ya en la vida de los salvadoreños.


El modelo punitivo de Bukele, a la luz de las principales teorías de la comunicación social, ofrece la aparente efectividad a problemas cruciales de solución compleja echando mano de los tres recursos claves


El paquete de reformas, que amplió el período presidencial de cinco a seis años, fue aprobado con 57 votos a favor y tres en contra: los votos de los dos diputados de Arena y una de Vamos, que sobreviven en un Congreso que responde al presidente Bukele al ritmo de un X o un tuit. En la sesión del 31 de julio, los diputados oficialistas anunciaron que reformarían los artículos 75, 80, 133, 152, 154 de la Constitución que abarca la reelección indefinida del mandatario de la República, extender a seis años el período presidencial, eliminar el balotaje (segunda vuelta), y homologar los comicios de alcaldes, diputados y presidente en 2027.

Para aplicar el sexenio, adelantarán los comicios. El actual mandato de Bukele, que es el segundo, debería terminar en 2029. Sin embargo, el oficialismo planea darlo por terminado en 2027 y llamar a nuevos comicios.

Esta reforma constitucional también cambió la manera de ganar las elecciones presidenciales. De acuerdo con la Constitución salvadoreña, que estaba vigente desde 1983, alcanzar la Presidencia solo era posible con el 50 % más uno de los votos. Por esta razón, en El Salvador, siempre fue necesario realizar una segunda vuelta si un candidato no lograba la mayoría.

Con las modificaciones legales de este 31 de julio, el candidato que más sufragios obtenga en una sola ronda será el Presidente de la República. Estas reformas ofrecen un escenario radical en la historia republicana y representativa del país porque Bukele, que sigue encabezando las simpatías en los últimos sondeos de opinión pública, ya no habla de mantenerse en el poder cinco o seis años más, sino de permanecer en el poder porque después de él viene el diluvio. Sin él, las cárceles dejarán de apresar a los pandilleros y las hordas de sociópatas recuperarán el control de los antiguos barrios y vecindarios, donde el terror de la Mara Salvatrucha y el Barrio 18 fue reemplazado por la certeza de que el ejército y la policía capturará sin piedad a quienes viven en esos villorrios por el delito de no poder escapar de los conurbanos socialmente desfavorecidos y vivir bajo el estigma de residir en antiguas zonas bajo control de cualquiera de las dos organizaciones delictivas que, en teoría, están desarticuladas por la política punitiva de Bukele.

El modelo punitivo de Bukele, a la luz de las principales teorías de la comunicación social, ofrece la aparente efectividad a problemas cruciales de solución compleja echando mano de los tres recursos claves en la construcción del discurso, como son el branding, el priming y el framing, donde este último recurso es vital por la capacidad plástica que significa moldear y encuadrar una realidad densa a partir de un fragmento.
En ese sentido, el uso de un reel, un render, un spot que retrata la edificación de un puente en lugar de los cientos prometidos; o la vista desde un dron del techo prístino de una carretera recién asfaltada, en lugar de todas las autopistas ofrecidas; o los ángulos picados, contrapicados o un primerísimo primer plano de la pared de una escuela, bajo el discurso de que esa representa a todas las tres que se edificarían en un día.

En fin, en esta posmodernidad, donde quizás asistimos al fin del republicanismo y de los sistemas democráticos representativos, el fenómeno Bukele -que soluciona el crimen organizado a tecleo de tuit y con la estrategia “encierra a miles y no preguntes nada después”-, la política latinoamericana tiene en este estilo autócrata un modelo que quiere ser emulado en Ecuador o Chile, por igual, sin entender que la virtualidad que llega a las redes sociales está tan lejos de la realidad como las promesas de un cleptómano que promete que no lo volverá a hacer.


Phd en Comunicación por la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y Visitor Fellow en Kellogg Institute de la Universidad de Notre Dame.

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