Las asediadas elecciones presidenciales en Honduras

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Título: Carta en comunidad (2024). Técnica: acrílico sobre papel, 146 cm X 106 cm. Artista: Lidice Michelle Melara Minero

Entrevistó Andrés Felipe Escovar

Ariel Torres Funes es un comunicador social e investigador hondureño que, además de realizar análisis políticos, ha escrito ficciones. Hace unos días, ante la cercanía de las elecciones presidenciales que se realizarán en su país, tuve la oportunidad de charlar con él. En su panorama basculan particularidades propias de Honduras –una ficción como todas las construidas a partir del oprobio y la ignominia en nuestro continente y cuyos nombres y banderas propician orgullos futbolísticos o militares— y líneas comunes que hacen de su país un puntal en la experiencia ístmica de la región.

Ariel: Se desconoce bastante la realidad hondureña a nivel latinoamericano. Tal vez tuvimos más protagonismo durante la década de los 80, en la Guerra Fría, y nuestra participación en medio de un istmo totalmente convulso, lleno de guerras. Honduras fue un poco la base militar de Estados Unidos; acá no hubo una guerra civil, no hubo un estallido de guerrillas y siempre hemos estado muy cerca de los intereses estadounidenses y lo seguimos estando.

Con el presidente Trump, ha cambiado bastante esa relación, sobre todo de parte de ese gobierno hacia nosotros. Como país, tenemos todavía esos fantasmas de injerencia estadounidense; ya no sabemos qué tanto es cierto, pero está en el imaginario esa presencia en casi todas las áreas: culturales, políticas y económicas. Cada cuatro años, esa actividad tiene más relevancia, pues se lo entiende como un actor que legitimó nuestra democracia electoral.

Estamos a las puertas de unas elecciones un tanto convulsas, aunque nosotros estamos acostumbrados a elecciones de esta naturaleza; para nosotros, las elecciones traen mucha incertidumbre. Regresamos a la democracia electoral desde 1982, estamos a punto de elegir al onceavo presidente o presidenta. Antes hubo un período gobernado por juntas militares o con la administración de civiles, pero siempre con la presencia altamente cercana del poder militar. Desde 1982 se paró, entre comillas, esa dinámica y se pretendió que los militares estuviesen bajo el mando civil.

Este es un momento importante para medir cuál es el nivel y la calidad de nuestra democracia. Honduras es un país dominado por los partidos políticos con el Consejo Nacional Electoral como ente encargado de dirigir y planificar las elecciones. Hay tres partidos políticos que lo dirigen y desde ahí ya presenta problemas. Ese sistema electoral partidista nos ha hecho mucho daño y ha sido la clave de los partidos políticos para no perder su poder; ellos se dieron cuenta, desde 1982, que si tomaban el poder de las reglas electorales todo este sistema iba a pasar por ellos. No hay un estado técnico profesional, sino clientelista.

También es un estado altamente militarista. Los militares tienen gran importancia en las elecciones; son los encargados constitucionalmente de vigilar y transportar las urnas al centro de votación. Ese papel lo vimos en las elecciones primarias (acá se hacen elecciones primarias el mismo año de las elecciones generales, en 2025 fueron en marzo) y hubo muchos conflictos con el transporte de las urnas, sobre todo en la capital y en San Pedro Sula, donde las urnas eran transportadas por buses interurbanos. Las urnas no llegaban a los centros de votación y mucha gente terminó votando a las 12 de la noche o no votó.

Recordemos que también las elecciones son un gran negocio, son sumamente costosas para un país empobrecido como Honduras.

En el gobierno está Xiomara Castro, que es parte de la familia Zelaya, esposa del presidente Manuel Zelaya Rosales que fue depuesto en 2009. Intenta todavía la narrativa del socialismo en siglo XXI, no supieron darse cuenta de que todo ese discurso ha se ha transformado en América Latina. Venezuela ya no es la misma de 2007 donde podían incluso financiar los proyectos en estos países. Se mantiene una narrativa un poco de Guerra Fría. Libre, que es el partido de la presidenta, en frente tiene a contrincantes como Salvador Nasralla, del Partido Liberal, el más antiguo del país y las elecciones anteriores un aliado estratégico de Libre. De hecho, en esta última elección hicieron una alianza para sacar del poder a Juan Orlando Hernández, que ahora está condenado en Estados Unidos por narcotráfico.

Luego se quebró esa alianza y los liberales tomaron un discurso bastante anticomunista; Nasralla habla de temor al comunismo y a la izquierda, a pesar de que los Zelaya, en la práctica, no se diferencian mucho de los gobiernos que siempre habíamos tenido. Honduras ha sido un país altamente conservador, entonces ese discurso impacta a nivel de publicidad, pues polariza y la polarización mueve votos.

Por el otro lado está el grupo que va por la continuidad de Juan Orlando Hernández, cuyo candidato es Nasry Asfura. Está vinculado a actos de corrupción, no tiene mucho crédito moral frente a la sociedad, pero dirige el Partido Nacional, el que mantiene el voto más duro de los tres, es el partido más disciplinado. Sin importar los escándalos, sus bases se mantienen fieles.

Prevemos las elecciones más disputadas en la historia de Honduras. Son tres candidatos que están muy similares en las encuestas. Los tres pueden aducir un fraude y se pueden declarar ganadores. Todo eso genera un temor en la sociedad y se piensa que puede haber una crisis post electoral fuerte, como la que tuvimos hace ocho años, en 2017, donde se reeligió a Juan Orlando Hernández.

Cuéntanos la perspectiva de país de los diferentes partidos.

A inicios del siglo pasado se vivieron en disputas internas en el Partido Liberal y de ahí surgió el Partido Nacional, digamos el ala más conservadora. El Partido Liberal, como su nombre lo indica, tuvo, en algunos momentos, un carácter un poco más más liberal, más social, un poco más progresista, más allegado a los derechos de la ciudadanía. El Nacional ha sido el partido más conservador, más ligado a los conceptos tradicionales de la familia, la iglesia, la empresa privada… Eso es un poco a nivel histórico.

Desde 1982, a nivel práctico, no ha habido muchas diferencias entre el Partido Liberal y el Nacional. El primero también es altamente conservador, tuvo una división con el golpe Estado, que fue hecho por el propio partido en el Congreso. Le propinaron la destitución a su propio presidente por diferencias, en ese caso un tanto ideológicas, porque quien vino a romper esa línea fue Manuel Zelaya que, en 2006, llegó como un candidato del Partido Liberal que respondía a la línea defensora de la empresa privada. Zelaya cambió en 2007 y en 2008 se acercó a Hugo Chávez, recibió dinero de Venezuela y eso no gustó en el Partido Liberal; él tomó un rumbo hacia el ALBA.

De esa ruptura del golpe de Estado nace Libre, un partido que se autodenominó de izquierda. Tuvimos un presidente de derecha en el 2006 y, dos años después, dijo “yo soy de izquierda”, fue un poco extraño todo ese cambio: hubo una “revelación ideológica”. Entonces Libre, así como el partido Nacional, nació del partido Liberal. Nunca antes la izquierda estuvo representada a nivel electoral y eso radicalizó también al Partido Liberal.

El narcotráfico también empezó a influir de manera directa en los partidos políticos y los tres están cooptados. Ahorita estoy trabajando en la realización de perfiles de todos los diputados por los tres partidos y no hay ninguna diferencia entre izquierda y derecha frente al narcotráfico. Todos tienen intereses directos. Te cito tres ejemplos, uno por partido: en la familia de Manuel Zelaya, su hermano sale en un video negociando con todos los capos, él era el vicepresidente del Congreso. En el Partido Liberal, su expresidente, que fue cambiado hace poco, es un exconvicto en Estados Unidos por el tráfico de droga y lavado de activos. El Partido Nacional tiene como su líder de los últimos años a Juan Orlando Hernández, condenado a 45 años en Estados Unidos.

¿Qué grupos de narcotráfico hay en Honduras?

Honduras está en una situación delicada, porque está entre Colombia y México. Lo está Centroamérica, pero justamente es el centro de Centroamérica. Esto nos vuelve un país de trasiego y se ubicaron estructuras corruptas. Hubo primero esa relevancia de los carteles colombianos y luego, con la explosión de las bandas mexicanas, que empezaron a ganar mucho terreno, nos encontramos entre los dos polos. Por ello tienen que corromper y acercarse al poder político. Empezaron a aparecer estos carteles que vieron la posibilidad de no esconderse y de convertirse en clase política; ya no sólo estaban detrás de los políticos, sino que estaban en frente de la política. El caso más claro ha sido Juan Orlando Hernández, donde nos dimos cuenta de que el Estado estaba en función de los intereses del narcotráfico y el gran problema es que eso sigue así.

¿Cuál ha sido la posición del gobierno de Xiomara Castro con Estados Unidos?

La geopolítica ha cambiado mucho con Trump. Este gobierno de izquierda siempre había pedido una menor injerencia norteamericana. Con Trump, digamos, se cumplió un poco la demanda, al no darnos importancia como lo daban los gobiernos demócratas, entonces para este gobierno ha sido bastante fácil. Yo creo que este gobierno de Xiomara Castro celebró que Trump cerrara a USAID, porque, a través del cierre, la sociedad civil crítica ha perdido funcionamiento. Entonces, ahí le hizo un favor a los Zelaya.

Estados Unidos es un país muy definitivo, todavía a nivel económico; las remesas son nuestro mayor ingreso. Si acá se desploma la migración, se desploma la economía del país. Somos un país pobre, pero medianamente estable, económicamente nunca nos ha sucedido lo de Argentina, por ejemplo, o la inflación venezolana, o la caída incluso en México de la moneda, eso nunca sucedió acá, sobre todo porque nos mantienen las remesas, nos mantienen los migrantes. Uno de cada diez hondureños vive en Estados Unidos y el migrante va para mandar dinero acá: hay un compromiso familiar; el migrante no va sólo para ganar su dinero allá y hacer su vida, siempre manda dinero. Las deportaciones masivas y la mayor vigilancia en la frontera han generado una mayor crisis económica en Honduras.

Esto nos ha llamado a abrir relaciones con China, por ejemplo; yo creo que se dieron cuenta de que China también financia. Se cortaron relaciones con Taiwán y abrieron relaciones con China y ahora vemos un gobierno chino bastante cercano al gobierno hondureño. Este da dinero sin mucho control, así como antes Hugo Chávez no pedía rendiciones de cuentas cuando apoyó económicamente al gobierno de Zelaya. Los chinos son un poco similares en ese sentido: poco les importa realmente la transparencia en el manejo de su dinero con tal de mantener la relación e ir abriendo las puertas a megaproyectos de construcción hidroeléctrica, se habla mucho de un proyecto interoceánico.

Honduras es un país de 10 millones de habitantes, no representa mucho para China, pero es un país que está a dos horas de Miami en vuelo, entonces geopolíticamente es agarrar el patio trasero, como decían los gringos, y empezar a controlarlo. Ya tienen gran influencia a nivel centroamericano, están en Costa Rica, en Panamá, en Nicaragua, en El Salvador, creo que sólo Guatemala se está resistiendo a abrirle las puertas.

Dicho todo esto, las elecciones son legitimadas por los gringos; uno vota aquí, en Honduras, y diez horas después esperas que el representante de la embajada gringa dé el espaldarazo al ganador. Por muchas disputas que haya, cuando sale el representante estadounidense se termina la discusión. Entonces se espera de Estados Unidos cuál va a ser su papel frente a estas elecciones que genera mucha incertidumbre, donde el fraude es muy probable. Esperamos a ver cuál sería la posición de Estados Unidos, que ha avalado fraudes en el pasado; en el 2017 apoyó a Juan Orlando Hernández; él era un aliado incondicional de ellos a nivel geopolítico.

¿Cuál es la situación de los movimientos sociales?

Honduras ha sido un proyecto neoliberal. Desde el fin de la Guerra Fría fue un proyecto para desmovilizar al movimiento social. Y el neoliberalismo, en los noventa, desapareció al movimiento social como lo concebíamos antes, de sindicatos, de centrales obreras. Esto hizo que surgiera un movimiento más de sociedad civil, pero ya de oficinas, ya de sociólogos, de historiadores, hay mucho más profesional en ese sentido y es menos representativo de sectores.

Con la llegada de un gobierno de izquierda que prometió mucho, incluso puestos, se debilitó bastante a esa sociedad civil. Con los Zelaya se ha cooptado un poco a esa sociedad civil que sí fue beligerante con otros gobiernos de derecha. Ahora muchos líderes trabajan con el gobierno. Además, se ha desfinanciado por todo el asunto del recorte a USAID. En las últimas dos décadas, este es el momento más débil de la sociedad civil. Lo que queda de independiente y crítico es muy poco.

Ciertos medios de comunicación que mantienen su independencia hacen las investigaciones que antes hacía en la sociedad civil, pero hay muy poca voz de la sociedad civil. Está ahorita muy alineada al gobierno y eso ha debilitado una crítica, ya no hay mucha resonancia de la crítica a este gobierno. Es un panorama de ese sentido bastante debilitado.

¿Se alinearon al gobierno los medios privados?

Los medios tradicionales generalmente han sido parte de la empresa privada y de los grandes consorcios. Son muy conservadores. En ellos ha habido mucha oposición al gobierno, pero responden a los intereses empresariales de sus propietarios. Entonces, si hacen investigaciones y críticas al gobierno, siempre están ligadas a los intereses de sus dueños.

Han surgido, en internet, como en todos los países de América Latina y del mundo, medios independientes que investigan, hacen, fiscalizan de alguna manera lo que hace el gobierno, pero no son masivos, son un círculo muy reducido de la sociedad. El gobierno ha invertido mucho en sus propios medios. Los medios públicos del Estado se conciben como partidistas. No son medios públicos como tal, sino que responden a los intereses de cada gobierno cada cuatro años. Ahora, como también todo el terreno pasó a las redes sociales, hay una disputa de quién pone más dinero en ellas.

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