
Entablamos contacto con Carlos Figueroa Ibarra durante el encuentro de CLACSO en Bogotá, a fines del primer semestre de este año. Desde entonces, por las redes sociodigitales, me entero de sus textos, actividades e intervenciones, todas ellas con una perspectiva continental. A continuación, nuestra charla en torno al gobierno de Arévalo, el presidente de su país, al que visita cada tanto desde que la dictadura lo obligó a salir, hace más de cuatro décadas.
Entrevistó Andrés Felipe Escovar
¿Qué perspectiva tienes de estos casi dos años del gobierno de Arévalo?
En Guatemala, el Estado ha sido en gran medida cooptado por el Pacto de Corruptos, que es una alianza constituida por funcionarios penales del gobierno de turno y grupos delincuenciales ligados al narcotráfico, que influencian o incluso cuenta con miembros dentro del Estado.
La ultraderecha, que es de carácter neofascista -al estilo Uribe, para darte alguna referencia-, es el actor fundamental de ese Pacto de Corruptos: son los grandes intereses empresariales que se benefician de ese orden. El Pacto de Corruptos es la manera cómo funciona el capitalismo en Guatemala. Te lo digo porque no hay que desvincular el capital de este orden establecido.
En 2023, la candidatura de Bernardo Arévalo se coló en el segundo lugar de las elecciones; eso fue producto de que los distintos partidos de la derecha vinculada a todos estos intereses delincuenciales no se unieron, se dividieron, se pelearon entre sí y provocó que Bernardo llegara a la segunda vuelta, donde arrasó con el 60% de los votos. La gente lo eligió como una esperanza para salir de ese orden corrupto en Guatemala.
Desde entonces entramos en una situación anómala para esa dictadura delincuencial, porque el Estado está tomado por el Pacto de Corruptos en el Legislativo, la Corte de Constitucionalidad, en la Fiscalía, el Ministerio Público, la Corte Suprema de Justicia y el Congreso de la República. Lo que ocurre a partir del 14 de enero de 2024, cuando Bernardo asumió la presidencia, es que hay un gobierno que representa una fuerza democrática y decente, honesta, no corrupta, pero que está rodeado por el resto de las instancias del Estado que están controladas por ese poder delincuencial.
¿Qué tan débil está el gobierno de Bernardo Arévalo?
Hay una correlación de fuerzas sumamente desfavorable porque tiene en contra al poder legislativo, aunque ha podido negociar algunas cosas con ellos, a la Corte de Constitucionalidad, a la Corte Suprema de Justicia y, sobre todo, al brazo político del Estado, que es el Ministerio Público y la Fiscalía; es tal la oposición que todo el aparato judicial logró ilegalizar al partido Semilla. Entonces el presidente no tiene partido, el partido se ilegalizó, lo ilegalizó el pacto de corruptos. Hay varias de las personas que son afectas al propio presidente que están presas o están en el auxilio, están perseguidas y él no puede hacer nada. Es un presidente que tiene poderes muy limitados y, por lo tanto, depende del apoyo de Washington y eso te explica la política exterior deplorable del gobierno durante estos dos años.
¿Qué logros resaltas del gobierno?
Este gobierno ha tenido logros interesantes, importantes. Me parece que, en materia de educación y salud, ha hecho una obra que no puede desestimarse. Por ejemplo, ha remozado 26 centros de salud en estos dos años, cuando gobiernos anteriores solamente hicieron cinco. Eso te da una idea de la diferencia.
Están en proceso de construcción cinco hospitales de especialidades. Ha remozado en estos dos años y ha arreglado alrededor de 15.000 establecimientos escolares. Ha elevado en un 9 % los salarios de los trabajadores de la educación. También ha sido significativo el cambio en lo que se refiere a la lucha contra la corrupción; ha presentado 216 investigaciones de casos de corrupción. En materia de seguridad, ha bajado de 16.7 homicidios por cada 100.000 personas a 16.1, ha logrado desarticular a, aproximadamente, 118 organizaciones criminales y ha decomisado drogas por un valor aproximado de unos tres mil millones de dólares en estos años. Estos son datos duros que revelan esta voluntad que hay del gobierno de romper con todas las impunidades y las complicidades que los gobiernos anteriores han mantenido con la corrupción y el narcotráfico.
También ha hecho más eficiente el uso del gasto público. Ha ejercido en mayores porcentajes el presupuesto de los ministerios que gobiernos anteriores. Ha hecho una obra importante, si se le contrasta con los gobiernos anteriores. No veo que haya tenido una voluntad reformadora como la de, por ejemplo, Gustavo Petro en Colombia. Petro ha lanzado tres o cuatro iniciativas de reforma que se las han ido tronando o frenado, pero, en todos casos, ha habido esa voluntad del presidente. En el caso de Bernardo no podemos encontrar esa voluntad.
¿Qué grupos del narcotráfico hay en Guatemala?
Los cárteles o los grupos de crimen organizado vinculados con el narcotráfico en Guatemala, desde hace varios años, han estado asociados a los grandes cárteles mexicanos, que son, hoy por hoy, los más poderosos del mundo. Hubo un proceso de colonización de los grupos locales que se dedican al narcotráfico, lo cual no significa que estos no sean poderosos. Están asociados al cártel Jalisco Nueva Generación, que es el ascendente ahora, y también al cártel de Sinaloa, que está en una situación de declive como consecuencia de las divisiones internas entre los hijos de Ismael Zambada y los de Joaquín Guzmán Loera -el hecho de que los hijos de Guzmán Loera hayan traicionado a Ismael “el mayo” Zambada, secuestrado y entregado a los Estados Unidos ha generado una guerra interna terrible-.
Los cárteles más poderosos de Guatemala se encuentran en las fronteras con Honduras, con el Salvador y la frontera con México. Tienen una influencia muy importante en el Congreso de la República; hay diputados que no es que sean agentes del narcotráfico, sino que ellos mismos son narcotraficantes, algo así como lo que fue Pablo Escobar Gaviria. Observamos en Guatemala una especie de zona gris en donde el crimen organizado se confunde con funcionarios del Estado; no se sabe dónde comienza uno y el otro, hay una frontera difusa entre estos dos actores. En Guatemala hay una suerte de gobernanza criminal, que es un concepto que existe para describir esta situación.
¿Producen en Guatemala alguna droga ilícita?
Viven del tránsito de la droga, la producción existe, pero no es lo más significativo de los carteles. Lo importante son sus ganancias y el lavado de dinero en el sistema bancario nacional. Los bancos saben de eso pero miran para otro lado, porque son fuentes de ingreso monetario muy importantes para los accionistas de los bancos, también porque, mientras más elevado sea el monto de capital dinerario que reciben, más cantidad de dinero reciben los accionistas: si una persona tiene un 5 % de las acciones de un banco y los ingresos del banco de 100 suben a 300, el 5% implica para ese accionista una mayor cantidad de dinero, entonces hay complicidades que mantienen también los Estados Unidos de América.
¿En qué momento entra el narcotráfico? ¿Su influjo cambió a las derechas guatemaltecas? Y, de ser así, ¿cómo fue ese cambio?
Podemos hablar de un atavismo que viene desde la colonia y se reprodujo con las dictaduras oligárquicas que nacieron en el siglo diecinueve con las reformas liberales. Siempre hubo hábitos represivos y expoliadores; en Guatemala hubo trabajo forzado hasta 1945. Y en el proceso revolucionario que empezó con Arévalo y terminó con Árbenz se desató, al calor de la Guerra Fría, un anticomunismo feroz. La derecha guatemalteca ha sido anticomunista a ultranza y, por lo tanto, proclive a la violencia; de todas las derechas que conozco en América Latina, la guatemalteca y colombiana son las peores, son las más asesinas; Uribe es incluso visto como una especie de maestro para esta derecha guatemalteca: no dudan en ejercer la ejecución extrajudicial y la desaparición forzada; no es ninguna casualidad que los lugares donde más asesinatos de luchadores ambientalistas y de derechos humanos se producen son Colombia y Guatemala.
Es una derecha que no ha cambiado desde 1954; tuvo, tal vez, algún cambio breve luego de la firma de la paz. Ahora esa derecha no solamente tiene un espíritu oligárquico, sino que es cómplice de un orden delincuencial. Sigue siendo la misma y ahora reforzada por el auge del neofascismo a nivel mundial.
¿Cuál ha sido el papel de los intelectuales en Guatemala?
La mayor parte de la intelectualidad guatemalteca fue desafecta a la dictadura militar. Incluso fue, en un determinado momento, militantemente revolucionaria, como es el caso de Otto René Castillo, un gran poeta que murió en la Sierra de las Minas, en la guerrilla. Miguel Ángel Asturias, Luis Cardoza y Aragón, Augusto Monterroso, digamos… toda la intelectualidad fue reacia a la dictadura, enemiga de ella. La dictadura no tuvo grandes intelectuales; la mayor parte de los grandes intelectuales guatemaltecos vivieron en el exilio durante la dictadura. Esto cambió un poco después de la firma de la paz, donde ya hubo un margen más flexible para que los intelectuales se acercaran al Estado, para que pudieran recibir honores del Estado. Por ejemplo, en la época de la dictadura militar, recibir la máxima orden de Guatemala, que es la orden del Quetzal, te colocaba en problemas, porque no era una condecoración civil; era una mancha, porque te la estaba dando una orden genocida.
A propósito del ejército: ¿qué pasó con los kaibiles?
Lo que ha originado el fin del conflicto armado es que los Estados Unidos dejaron de apoyar a la política de seguridad; las fuerzas armadas en Guatemala, después de ser el eje vertebral del Estado, ahora son un actor secundario. En el pasado veíamos que la alta jerarquía militar se aburguesaba como consecuencia de la corrupción, que fue el pago que le daba la oligarquía al ejército para que se bañara las manos en sangre y mantuviera el órgano establecido. Entonces encontramos muchos generales que se convirtieron en gente de mucho dinero.
Yo creo que esta situación ha cambiado. Ahora los militares no son un actor influyente. Por ejemplo, en toda esta crisis que ha habido en Guatemala en los últimos años, las fuerzas armadas se han mantenido al margen. No han sido un actor que haya pesado decisivamente en la balanza. En primer lugar, porque no pueden dar un golpe de Estado; los golpes de Estado tienen que ser hechos de otra manera. Hay un fenómeno de un nuevo golpismo. No puede ser un golpe como se hacía en el pasado.
Entonces ha originado que muchos de los que integraron estos cuerpos de élite del ejército, como los kaibiles, quedaron sin una función. El kaibil fue un dispositivo militar hecho para efectuar la contrainsurgencia más despiadada. Acabada la contrainsurgencia, muchos de estos veteranos se han ido a integrar a las empresas de seguridad que hay en Guatemala. Por ahora, el número de efectivos que tiene las empresas privadas de seguridad es mucho mayor que los efectivos de la Policía Nacional Civil. Otros fueron reclutados por el cártel del Golfo para crear su dispositivo militar que fueron los Zetas.
Como suele suceder con este tipo de situaciones, el dispositivo militar termina independizándose y actuando por su cuenta, ¿verdad? Y eso sucedió con los Zetas. Entonces, los Zetas reclutaron kaibiles. En general, los Zetas reclutaron a militares de México y de Guatemala para darles entrenamiento militar y convertirlo en el cártel, en su momento, con mayor capacidad militar. Los Zetas, incluso, estaban derrotando al cártel de Sinaloa, hasta que el Genaro García Luna, como secretario de Seguridad Pública de Felipe Calderón, usó toda la fuerza del Estado para atacar a los Zetas y balancear la correlación de fuerzas militar entre ambos cárteles.
Hay algo muy interesante en el narcotráfico en Guatemala: no veo que haya una violencia muy fuerte por disputas territoriales entre los cárteles que actúan en el territorio. Si así fuera, las tasas de violencia estarían como las que hay en México. Esto quiere decir que han encontrado un modus vivendi, un equilibrio, o que, por la manera en que actúan, no hay necesidad de una férrea disputa territorial como sucede en México o en otros países donde viven estas guerras internas.
¿Cómo se ha posicionado la izquierda guatemalteca con la llegada de Arévalo?
Podemos hablar de una izquierda política agrupada en partidos políticos, que en Guatemala se reduce a su mínima expresión. La Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (UNRG), que fue un actor decisivo en el contexto del conflicto interno después de los Acuerdos de Paz del 1996, ensayó una participación política electoral y, en el mejor de los casos, llegó a tener un 12% de los votos, lo cual era prometedor, digamos, sin ser espectacular; era prometedor. Pero, en las elecciones siguientes fue declinando hasta que, en las últimas, estuvo a punto de perder el registro.
Se salvó porque se unió a otro partido, el fundado por Rigoberta Menchú, el WINAQ. En coalición con la URNG, logró meter un diputado y salvó el registro de los dos partidos. En términos de partidos políticos, la izquierda, que venía del momento revolucionario, está casi en proceso de extinción. Surgió Semilla, el partido de Arévalo, que es un partido social demócrata moderado, de izquierda moderada podríamos decir, pero le quitaron el registro y, encima, para acabarla de amolar, el partido se dividió. Entonces, el panorama político electoral para la izquierda no es halagador.
Podemos hablar de una izquierda social, que estaría metida en los movimientos sociales. Estos se expresaron de manera importante, con motivo de toda la cobertura que generó el triunfo de Bernardo en agosto de 2020 y la defensa de ese triunfo. Aparecieron, como un sujeto muy importante, los pueblos originarios, los cuales, en octubre del 2023, iniciaron una sublevación, una rebelión; cortaron carreteras, hicieron manifestaciones, hicieron un plantón frente a la Fiscalía General, que está en manos del Pacto de Corruptos con esta señora Consuelo Porras. Fueron un actor decisivo para presionar al Pacto de Corruptos a aceptar que el actual presidente Arévalo tomara posesión.
El otro actor incluido en eso fue la embajada de los Estados Unidos, que presionó para que le dieran posesión. Si el presidente Arévalo hubiera sido algo así como Gustavo Petro, hubiera aprovechado toda esa energía social, esa fuerza social que se había gestado en el segundo semestre del 2023, como una fuerza de apoyo para su gobierno. Pero no fue eso lo que hizo el presidente. Y, más bien, desalentó ese tipo de expresiones. Me imagino —esto es conjetura— que lo hizo para no generar una situación que pudiera salirse de las manos o que pudiera ser peligrosa para el gobierno que él encabeza.
Esta energía, esta fuerza social que surgió en el 2023, se ha ido aplacando y ahorita está en un estado como nuevamente de, yo diría, como una especie de adormecimiento. Los grandes movimientos populares sociales tienen una vida propia, pero también tienen una sinergia con un gobierno que los puede convocar.
Uno puede ver, por ejemplo, en Colombia movilizaciones masivas que han sido convocadas por el propio Petro. No ha sucedido esto en Guatemala y, más bien, yo diría que el gobierno le ha apostado a un juego de negociaciones y, en lugar de apoyarse en ese movimiento popular, el gobierno le ha apostado a apoyarse en la Casa Blanca. Por eso es que podemos ver una política exterior que es verdaderamente cuestionable; el gobierno del presidente Arévalo se unió a todo el discurso reaccionario con respecto a Venezuela: recibió en el despacho presidencial a Edmundo González Urrutia, el candidato de Corina Machado, como si fuera un prócer de la democracia. Esto lo hace para quedar bien con los Estados Unidos. Y, ahora que llegó Trump a la Casa Blanca nuevamente, está plegado a ese tipo de discurso; el extremo lo pudimos ver hace semana y media, cuando la ONU adoptó, por 142 votos a favor, la decisión de que debía reconocerse al estado palestino y Guatemala fue uno de los 12 países que se abstuvo.
Por supuesto, no ha habido ni de lejos una condena, ni vociferante como la que ha hecho Gustavo Petro, ni siquiera moderada al genocidio que se está observando en Palestina. Todo esto es la expresión de esa correlación de fuerzas interna. Yo sí estoy convencido de que si él estuviera decidido a capitalizar la energía social, la fuerza política y social que surgió en el segundo semestre del 2023, hubiera podido tener otro tipo de correlación de fuerzas y con eso hubiera podido ser más decidido en ver cómo acababa con la Fiscalía General, que es el puntal del Pacto de Corruptos, y todo el sistema de funcionarios que están detrás del Ministerio Público. Esta ha sido la principal arma del Pacto de Corruptos para bombardear al gobierno y perseguir a los que son desafectos al Pacto.
¿Cuál fue el interés de la Casa Blanca al apoyar a Arévalo?
Hubo una especie de toma de partido entre el Partido Demócrata y el Partido Republicano en relación al conflicto que hay en Guatemala. El Partido Demócrata apoyó a todos aquellos que se oponían al Pacto de Corruptos; el Partido Republicano, con el primer Trump, lo apoyó. Fue la llegada de Trump la que creó condiciones para que defenestraran al jefe de la CICIG, a Iván Velázquez, que fue el ministro de la defensa de Colombia, que encabezaba la Comisión Internacional contra la impunidad en Guatemala. Bueno, lo sacaron, lo expulsaron del país. Además, se crearon las condiciones para desmantelar la Comisión que fue un órgano que gravitó de una manera muy importante para atacar el Pacto de Corruptos. De tal manera que, cuando llega Trump en enero de este año a la Casa Blanca, la ultraderecha pensó que había llegado su momento y, sobre todo, con Marco Rubio en la Secretaría de Estado. Pero ahí aconteció un giro pragmático del trumpismo: concluyeron que era mejor apoyar al gobierno de Bernardo porque daba garantía de una estabilidad. Entonces ahora vemos que cuando Marco Rubio llegó a Guatemala no recibió a ningún representante del Pacto de Corruptos. Se entrevistó directamente con el gobierno, lo cual es una bofetada a las aspiraciones de la ultraderecha, que quería apoyarse en Trump, porque pensaron en la ideológica, pero una cosa es la razón de partido y otra cosa es la razón de Estado. Y la razón de Estado aconsejó no alimentar las conspiraciones de la ultraderecha y esa es la circunstancia que estamos viviendo ahora.
¿Cuál ha sido el posicionamiento del gobierno Arévalo en el istmo?
El gobierno de Bernardo Arévalo ha sido particularmente asertivo en contra de Venezuela, en contra de Nicaragua y también en contra de Cuba. No ha sido muy vociferante que digamos en relación al fenómeno dictatorial que se construyó en El Salvador con Bukele. Aunque en Guatemala existen simpatías fuertes hacia Bukele en el seno de la población; lo miran como un hombre enérgico que logró doblegar a las pandillas y eso es algo que a la población le resulta muy bueno.
Lo que hizo Bukele fue hacer el pacto hobessiano: aquí les quito las libertades para darles seguridad. Eso es lo que dice el soberano de Hobbes y todos los integrantes de esa comedia política le otorgan sus libertades al soberano a cambio de seguridad. Esto es lo que sucedió en El Salvador y por eso es la gran popularidad que tiene Bukele, además de una eficacísima política mediática de redes… Hay gente que dice que El Salvador va camino a ser como Dubai, ¿no? Y eso genera una popularidad en Guatemala.
Todo esto hace que una figura como la de Bukele no sea una preocupación para Bernardo Arévalo, pero sí lo que son las preocupaciones de los Estados Unidos, que son Cuba, Nicaragua y Venezuela. Te estoy diciendo esto absolutamente consciente de que el fenómeno del orteguismo en Nicaragua no es exactamente algo presentable, ¿verdad? Yo creo que Guatemala está viendo hacia Estados Unidos por razones de intercambios comerciales, por razones de dependencia política y de cómo quedar bien con ese norte.
Observamos en el gobierno de Guatemala una vinculación con Israel. Hay que decir que Bernardo, que es un hombre muy culto, además de ser un hombre decente, estudió en Jerusalén y sabe hablar hebreo. Yo creo que eso juega un papel de afecto hacia Israel y hace que tenga una imperdonable actitud omisa frente al genocidio contra el pueblo palestino. Uno puede ver que buena parte de su política diplomática tiene que ver con Israel; las banderas de Israel aparecen mucho en Guatemala. No es porque particularmente sea muy importante el intercambio comercial con Israel, yo creo que eso tiene que ver con la alianza que él tiene con los Estados Unidos en toda su política exterior. Aunque los intereses de Israel son importantes en Guatemala, sobre todo en las empresas de seguridad. Guatemala le acaba de comprar 10 millones de dólares en armas a Israel en este contexto.
¿Cuál es la situación actual de las izquierdas en Guatemala?
Después de esa efervescencia que hubo en el segundo semestre de 2023, yo veo que hay una especie de declive y una meseta larga. Y habrá que ver qué es lo que empieza a suceder una vez se acerquen las elecciones de 2027. El gran reto es cómo crear un frente amplio para evitar que regrese el Pacto de Corruptos al gobierno.
El año entrante, el presidente Arévalo va a tener que nombrar un nuevo fiscal o una nueva fiscal, porque el período de la señora termina. Entonces escogerá una terna y deberá someterla al Congreso para el nombramiento; esa puede ser una enorme oportunidad para cambiar correlaciones de fuerzas en Guatemala. Pero va a ser ya bien entrado el tercer año de gobierno de Bernardo, ¿no? Y luego viene el año electoral; este es el momento en el que hay que pensar en un frente amplio que tenga como punto central impedir el retorno al gobierno del Pacto de Corruptos. Ese frente debe convocar a fuerzas de todos los signos ideológicos, porque estamos en un momento en el que la urgencia va más allá de si es de derecha o de izquierda o de centro.
Hay gente de derecha en Guatemala que no está con el Pacto de Corruptos. Creo que hay condiciones para crear ese frente amplio que involucraría partidos de la izquierda que aún tienen una ficha electoral, tienen un registro que puede ser usado para esa lucha, puesto que el partido Semilla desapareció. Ese frente debe unir a todos los movimientos sociales, a las organizaciones sociales y ahí es donde pienso que pueda haber un levantamiento de esas fuerzas sociales.
¿Te acuerdas de la frase que dice Zavalita en Conversación en la catedral de Mario Vargas Llosa? Aplicándolo a Guatemala, la pregunta es ¿cuándo se jodió Guatemala? Se jodió en 1954, con el derrocamiento de Árbenz. Yo era un niño; ya estoy en el crepúsculo de mi vida y Guatemala no está peor de lo que estaba en aquel lejano año de 1954.
Esto implica que para Guatemala esa derrota de 1954 ha significado un período de larga duración y no queda otra que seguir viendo cómo se sale de esa situación. El primer paso es evitar que el Pacto de Corruptos regrese al gobierno de Guatemala.








